lunes, 11 de agosto de 2025

Dificultades que enfrento la Iglesia

 No todo fue fácil para la Iglesia

La Iglesia fundada por Jesucristo tropieza desde el inicio con un ambiente religioso, político y social en que abundan la injusticia y la corrupción. La corrupción comenzaba en los gobernadores y jefes religiosos y se extendía a todos los estratos de la sociedad. En ese ambiente los cristianos fueron creciendo y resolviendo las dificultades que surgían.

Veamos ahora qué dificultades encontró esta Iglesia, fundada por Cristo.

¿Qué obstáculos y dificultades enfrentó la Iglesia primitiva?

El primer escollo que debió superar la Iglesia primitiva fue éste: ¿Sería la Iglesia una rama más de la religión judaica, o se trataba de algo nuevo? ¿Cómo llegó el cristianismo a independizarse de sus raíces judías y convertirse en una religión universal?

Nuestra religión se llama católica, es decir, universal. Cristo envió a los suyos “a todas las naciones” (Mt 28, 19), diciéndoles: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el extremo de la tierra” (Hech 1, 8). Sin embargo, dicho universalismo no fue entendido desde el inicio por todos. Tal desinteligencia constituyó el primer gran escollo con que se topó la Iglesia en los albores de su existencia.

¿Cuál era la actitud que se debía tomar frente a la ley antigua, frente a Israel? No olvidemos que los cristianos estaban convencidos de que Israel era el pueblo de Dios. Gran parte de los primeros cristianos eran judíos de nacimiento, como los doce apóstoles y los setenta y dos discípulos, fieles a la ley de Moisés, y sólo podían entender el cristianismo como un complemento del judaísmo. La Iglesia no era sino la flor que coronaba el viejo tronco de Jesé.

Resultaba lógico que así pensaran. Parecía, pues, obvio que en el pensamiento de muchos de los primeros cristianos la Iglesia no fuera sino la prolongación de Israel, una nueva rama brotada del pueblo elegido. Para muchos de ellos la Iglesia era judía: judío su divino fundador, judía su madre, judíos los apóstoles, judíos sus primeros miembros. Como se ve, la Iglesia hundía sus raíces en el antiguo Israel.

Esta perplejidad se manifestaba asimismo en la liturgia de los primeros cristianos. Tenían un culto propio, que realizaban en las casas particulares y consistía en escuchar la predicación de los apóstoles y celebrar la fracción del pan o Eucaristía. Pero también asistían al culto público, que se celebraba en el templo, junto con los demás judíos (cf Hech 2, 42.46). Igual que había hecho Jesús, acudían a las sinagogas, donde les era posible hacer oír la buena nueva al interpretar la ley y los profetas. Lo único que los distinguía de los allí presentes era la fe en que Cristo, muerto y resucitado, era el Mesías anunciado por los profetas.

El vínculo entre la Iglesia y el pueblo judío sólo se rompería por una señal del cielo y en razón de una imposibilidad absoluta, cuando la autoridad judía, hasta entonces respetada, rechazase de manera violenta la nueva comunidad.

Y llegó lo que tenía que llegar, pues al predicar los apóstoles y los primeros cristianos que Jesús era el Mesías, el Sanedrían se inquietó y comenzó la persecución. Los jefes del pueblo judío quisieron acabar con “esta nueva secta” y el nuevo estilo de vida, porque los apóstoles y seguidores ya no seguían la ley de Moisés en todo, sino la nueva ley dada por Jesús, el Hijo de Dios, con quien habían vivido. Querían acabar con ellos porque practicaban nuevos ritos: bautismo, eucaristía y porque obedecían la autoridad de Pedro y de los los demás apóstoles.

La persecución abierta comenzó un día en que Pedro y Juan subieron al templo a orar. A la entrada yacía un tullido de nacimiento, que les pidió limosna. Pedro le dijo que no tenía dinero, pero que le daba lo que estaba a su alcance, la curación en nombre de Jesús. Y así fue.

Todos los presentes quedaron estupefactos, y se arremolinaron en torno a los dos apóstoles. Entonces Pedro habló al pueblo enrostrándoles el haber entregado a Jesús cuando Pilato deseaba liberarlo. Prosiguió diciéndoles que Dios había preanunciado estas cosas por los profetas, así como por Moisés. “Resucitando Dios a su Hijo, os lo envió a vosotros primero para que os bendijese al convertirse cada uno de sus maldades” (Hech 3, 14-26).

Era demasiado para los jefes judíos. Mientras Pedro hablaba, las autoridades lo mandaron prender, juntamente con Juan, ordenando que fuesen conducidos al día siguiente a la presencia del consejo. Asi se hizo, pero al comparecer ante el tribunal Pedro no se amilanó, confesando tajantemente que no había salvación sino en Jesucristo, piedra angular rechazada por la Sinagoga.

Comenzó entonces a desencadenarse la persecución. Esteban fue el primer mártir discípulo de Cristo que murió por su fidelidad a Él el año 36. Entre estos fariseos convencidos estaba Saulo de Tarso, a quien posteriormente Jesús, camino de Damasco, se le apareció y le mostró el nuevo camino a seguir . A raíz de ese encuentro Saulo se convirtió, se hizo bautizar y, por gracia de Dios, llegó a ser el apóstol de los gentiles o paganos.

Autor: P. Antonio Rivero
Fuente: Catholic net

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