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viernes, 5 de septiembre de 2025

LA SEÑAL DE LA CRUZ

LA SEÑAL DE LA CRUZ - 
"Católico aprende y defiende tu fe"

El ver la cruz con fe nos salva
Jesús dijo: "como Moisés levantó a la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado (en la cruz) el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna" (Jn 3, 14-15). Al ver la serpiente, los heridos de veneno mortal quedaban curados. Al ver al crucificado, el centurión pagano se hizo creyente; Juan, el apóstol que lo vio, se convirtió en testigo. Lee: Juan 19, 35-37.

Fuerza de Dios

"Porque la predicación de la cruz es locura para los que se pierden... pero es fuerza de Dios para los que se salvan" (1 Cor 1, 18), como el centurión que reconoció el poder de Cristo crucificado. Él ve la cruz y confiesa un trono; ve una corona de espinas y reconoce a un rey; ve a un hombre clavado de pies y manos e invoca a un salvador. Por eso el Señor resucitado no borró de su cuerpo las llagas de la cruz, sino las mostró como señal de su victoria. Lee: Juan 20, 24-29.

Síntesis del Evangelio

San Pablo resumía el Evangelio como la predicación de la cruz (1 Cor 1,17-18). Por eso el Santo Padre y los grandes misioneros han predicado el Evangelio con el crucifijo en la mano: "Así mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos (porque para ellos era un símbolo maldito) necedad para los gentiles (porque para ellos era señal de fracaso), mas para los llamados un Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1Cor 23-24).

Hoy hay muchos católicos que, como los discípulos de Emaús, se van de la Iglesia porque creen que la cruz es derrota. A todos ellos Jesús les sale al encuentro y les dice: ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? Lee: Lucas 24, 25-26. La cruz es pues el camino a la gloria, el camino a la luz. El que rechaza la cruz no sigue a Jesús. Lee: Mateo 16, 24

Nuestra razón, dirá Juan Pablo II, nunca va a poder vaciar el misterio de amor que la cruz representa, pero la cruz sí nos puede dar la respuesta última que todos los seres humanos buscamos: «No es la sabiduría de las palabras, sino la Palabra de la Sabiduría lo que San Pablo pone como criterio de verdad, y a la vez, de salvación» (JP II, Fides et ratio, 23).

sábado, 26 de julio de 2025

CONOCER Y AMAR A CRISTO

Cristo es, para muchos, un ser extraño, un recuerdo, un nombre, un dato cultural. Entre los mismos bautizados, algunos viven con ideas confusas sobre la Persona de Cristo, sobre su vida, sobre su misión. Otros simplemente lo han dejado de lado, en el baúl de los recuerdos, entre aquellas cosas que llegaron a "estudiar" en su niñez o adolescencia. La pregunta por Cristo involucra a toda la persona. ¿Quién es Jesús? ¿Qué hizo? ¿Por qué vino al mundo? ¿Cuál es la verdadera causa de su Muerte? ¿Resucitó de verdad? ¿Tiene valor su vida para mí? La respuesta que formulemos nos afecta íntimamente. Giovanni Battista Montini, en un texto que escribió cuando era un sacerdote de 37 años, explicaba que conocer a Cristo implica "vivirlo", es decir, comprometer toda la vida. Existe, sin embargo, el gran peligro de dejarlo de lado. El mismo Montini (que después de muchos años llegaría a convertirse en el Papa Pablo VI) recogía un texto de otro autor en el que se presentaban las diferentes situaciones de alejamiento respecto de Cristo: conocerlo sin amarlo, suponerlo sin conocerlo, dejarlo de lado, y olvidarlo. Nosotros quisiéramos recorrer el camino opuesto, si fuera necesario: desde el olvido hacia el conocimiento, para culminar en el amor. Porque conocer a Cristo es posible desde un movimiento de amor y para el amor. No logramos un pleno conocimiento de Él si seguimos indiferentes ante su Mensaje, ante su Iglesia, ante sus exigencias, ante la esperanza maravillosa que nos ofrece. Entre los asuntos esenciales de la vida hay uno que resulta clave: conocer y amar a Cristo. Será entonces posible que repitamos y hagamos propias las palabras de san Pablo: "pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado" (1Co 2,2). "Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2,20).